Partiremos de una base simple: “Cualquier pérdida de diversidad por ínfima que sea, supone una inmensa pérdida en nuestra individualidad”.
La semilla. Comenzaremos definiéndola como un embrión, el cual contiene una reserva de nutrientes, donde almacena la energía necesaria para la germinación y los primeros días de la planta. Es en la semilla donde se encuentra toda la información sobre la planta y el medio que la rodea.
Es el momento de la germinación cuando la semilla requiere mayor cantidad de energía. Este, es un momento crucial para la planta, de la misma manera que la infancia es un momento primordial para el desarrollo físico y cognitivo de cualquier animal, por lo tanto, cuanta mayor disponibilidad tenga de nutrientes y minerales, mayor será su desarrollo físico.
De la misma forma, el contacto tanto con el medio físico, como con la microbiología, serán muy importantes para la posterior interacción de la planta y sus raíces con el suelo. Por estas razones trataremos las semillas de forma previa a su siembra.
Empezaremos por elegir una buena semilla. Si esta fuera autóctona, sería ideal encontrar las variedades más cercanas o mejor aclimatadas. Se puede recurrir a bancos de semillas locales o a hortelanos de la zona. En última instancia recurriríamos al mercado donde podemos encontrar multitud de variedades y de tratamientos. Elegiremos una semilla sometida al mínimo tratamiento posible huyendo de posibles nematicídas o fungicidas que puedan inhibir la interrelación entre la semilla y la microbiología del suelo.
Atendiendo a la semilla y a nuestra disponibilidad de tiempo y materiales, seleccionaremos un método de empanizado y de siembra u otro.
El empanizado es un método de recubrimiento de la semilla, para dotar a esta de los nutrientes y la información adicional. Con este método intentamos poner a disposición de la semilla la mayor variedad de nutrientes, minerales e información, para así asegurar el mejor desarrollo de la planta.
Existen multitud de recetas para el empanizado, las cuales se componen de una serie de ingredientes básicos: Algún tipo de adherente o humectante que sirva para mantener los agregados junto a la semilla como la melaza, el pulque, la miel…; Minerales que pueden ser cenizas, harinas de rocas o incluso el mineral puro; Tierra de la zona o suelo de bosque; repelente de insectos, este puede ser ajo macerado, ajenjo…
En la práctica, el empanizado consiste en bañar la semilla en un líquido que sirva de conglomerante para los agregados que añadiremos, creando así un medio en el que la semilla esté protegida de la desecación, radiación y depredación, al mismo tiempo que la nutre y proporciona información sobre el medio. Este proceso puede desarrollarse de forma manual o mecánica. Por ejemplo con una hormigonera sin aspas o un bidón con giro continuo.
Un paso más allá está el “Nendo dango” (bolas de arcilla), de Masanobu Fukuoka. Este método, utiliza la asociación de especies de forma que las primeras en germinar, crean el medio para que se desarrollen las siguientes semillas, proporcionando un equilibrio.
Existe gran variedad de asociación de semillas, normalmente se suelen asociar 50% de semillas frutales o forestales con 10% de semillas de cereal, 10% semillas de leguminosas y 30% de hortalizas. En este caso el recubrimiento será mayor y con una composición diferente.
En el caso de el “Nendo dango”, combinaremos en una base de arcilla un sustrato como puede ser un humus de lombriz, un bocashi o estiércol , con tierra del lugar y un líquido que mantenga hidratada la semilla, para crear una bolita donde depositar esta serie de semillas.
Tanto el empanizado como el “Nendo dango” deben adaptarse en tamaño al medio de siembra y a la maquinaria a utilizar. La siembra puede ser de multitud de formas atendiendo a los recursos y objetivos del agricultor.
Desde Vivencia Dehesa utilizamos la siembra directa en patrón de línea clave, para el mejor aprovechamiento del agua y la orografía del terreno.
La siembra directa consiste en depositar directamente la semilla en la tierra a una profundidad media de tres veces su tamaño. Nosotros la combinamos con un “Nendo dango” algo particular, en el cual no incluimos nada más que un tipo de semilla (Calendula officinalis). Además de combinar la microbiología del terreno con abonos orgánicos y extractos de plantas, jugamos con el factor de crecimiento del pasto, realizando la siembra pasado el momento de crecimiento máximo de la hierba. Así prevenimos la competencia y aprovechamos las exudaciones de la raíz de dicho pasto, manteniendo así nuestra semilla, una ventaja significativa con respecto al pasto.
Miguel Benito Blanco Gil – Vivencia Dehesa. Valdepajares de Tajo