Los días comienzan a alargarse y parece que al invierno le quedan pocas semanas entre nosotros. En esta época del año podemos encontrarnos con un tesoro del monte mediterráneo: ¡una cuerna de ciervo!
Nos encontramos las cuernas al final del invierno gracias a un proceso que se llama desmogue. Los ciervos las pierden para, ya en primavera, volver a generarlas impulsados por el funcionamiento hormonal. Volverán a crear el escudo y la espada para la lucha otoñal de la berrea; cuando el silencio del monte se rompe con los bramidos del rey de la espesura.
Si nos agachamos para observarla con detenimiento, quizás podremos ver que algunas partes no acaban en punta, que están “rotas”. Puede ser que se le rompiera durante esas luchas pasadas, o puede ser que la cuerna siga cumpliendo una valiosa función una vez acaba la temporada de la contienda por la reproducción. Las cuernas son aprovechadas por un sinfín de animales (roedores, cánidos y otros oportunistas) que las muerden y roen y para asimilar calcio y otras sales, como las fosfóricas, como complemento en su alimentación.
Todo esto lo podemos saber al encontrarnos un trozo de hueso, pero; ¿qué puedo hacer con él? Podemos sacar nuestro cuaderno de campo, anotar los detalles que nos han llamado la atención, hacer un pequeño boceto o incluso tomar nota de sus medidas y después, dejarlo donde lo encontramos. Nuestra responsabilidad nos debe recordar por qué es necesario (y obligatorio) dejarlo en el campo.
- En primer lugar, la Ley 42/2007 del Patrimonio Natural y de la Biodiversidad define en su artículo 54 la prohibición de posesión de restos de especies autóctonas silvestres.
- En segundo lugar, por la función que las cuernas tienen en el medio natural.
En resumen, si al ver una cuerna de ciervo nos la llevamos a casa, no sólo estaremos cometiendo una ilegalidad, sino que estaríamos interfiriendo de manera negativa en el ciclo de vida de la naturaleza. Además, estaríamos negando a otras personas la oportunidad de disfrutar del momento mágico que nosotros acabamos de vivir.
Por Carmen Perona Guillamón (Responsable de biodiversidad de Vivencia Dehesa).